Si me has seguido en este blog, seguro recordarás que he mencionado los autosabotajes como parte de los obstáculos para emprender, tanto en el ámbito de las terapias alternativas como en cualquier otro. Por mucha pasión y propósito que pongamos ante esta travesía apasionante, es común que, al iniciarla , surjan dudas sobre nuestras capacidades y temores de ser descubiertos como “fraudes”. Esta forma de autosabotaje, conocida como el síndrome del impostor, puede afectar significativamente nuestra confianza y desarrollo profesional.
¿Qué es el síndrome del impostor?
En sí, el síndrome del impostor es una experiencia psicológica en la que las personas no logran internalizar sus logros. Por eso, viven con el miedo constante de ser expuestas como incompetentes, a pesar de tener evidencias externas de su eficacia. Este término fue acuñado en 1978 por las psicólogas clínicas Pauline Clance y Suzanne Imes, quienes identificaron este patrón en mujeres con altos logros. Paradójicamente, las mujeres de la muestra atribuían su éxito a factores externos como la suerte. ¡Les costaba reconocer sus propias habilidades!
En principio, se pensó que afectaba principalmente a mujeres. Sin embargo, investigaciones posteriores demostraron que el síndrome del impostor puede presentarse en cualquier persona, independientemente de su género, edad o ámbito profesional.
El ciclo del síndrome del impostor
Generalmente, este síndrome suele manifestarse en un ciclo que comienza con la asignación de una tarea o desafío. La persona puede responder de dos maneras:
- Sobrepreparación. Es decir, dedicar una cantidad excesiva de tiempo y esfuerzo para asegurarse de que todo sea perfecto. ¡Hasta los detalles más insignificantes!
- Procrastinación. ¡No me cansaré de hablar de esta conducta! En esencia, consiste en retrasar el inicio de las tareas debido al miedo al fracaso, lo que lleva a realizarlas apresuradamente al final.
No importa cuál de las dos actitudes adopte, si la tarea se completa con éxito, la persona atribuye el resultado a factores externos. Ya sea la suerte o el esfuerzo extremo, en lugar de reconocer su competencia. Esto refuerza la creencia de que no son realmente capaces, perpetuando el ciclo del impostor.
Características comunes
¿Sospechas que sufres del síndrome del impostor? Veamos si tu comportamiento encaja con una o varias de las siguientes características:
- Perfeccionismo. Los perfeccionistas establecen metas extremadamente altas y, si no las alcanzan, se sienten como una mierda. Incluso, cuando logran sus objetivos, pueden pensar que podrían haberlo hecho mejor.
- Superhumanos. ¿Eres de l@s tí@s que se presionan para trabajar más duro y cumplir con múltiples roles, buscando demostrar que no son impostores? ¡Cuidado, eh! Este comportamiento puede llevarte al agotamiento y afectar tu bienestar.
- Expertos. Un “experto” siente la necesidad de saberlo todo antes de comenzar una tarea. ¡Le agobia ser descubierto como incompetente si no tiene todas las respuestas! ¡Sin duda, debe pasarla muy mal el/la probrecit@!
- Genios naturales. Est@s creen que deberían comprender y dominar las cosas fácilmente. Entonces, si algo requiere esfuerzo adicional, piensan que es una señal de su falta de habilidad.
- Individualistas. ¡Est@s tí@s se creen un santo en el abismo! Evitan pedir ayuda, ya que consideran que hacerlo demostraría su supuesta incompetencia.
¿Y dónde está el origen?
¡Ojito con esto, eh! El síndrome del impostor no es un trastorno clínico, pero sí una distorsión cognitiva que puede afectar gravemente la percepción de uno mismo y la salud mental. En muchos casos, este fenómeno tiene origen en una combinación de factores que incluyen:
- El entorno familiar. Durante la infancia, algunas personas crecen en hogares donde los logros son altamente valorados y el rendimiento excepcional es la norma. Si bien esto puede incentivar la excelencia, también puede generar una creencia de que cualquier desempeño inferior a la perfección es un fracaso. En otros casos, la crítica excesiva por parte de los padres puede fomentar una autoimagen negativa y dudas constantes sobre la valía personal. Al llegar a la adultez, enfrentarse a limitaciones o cometer errores puede sentirse como una evidencia de incapacidad y no como una parte normal del crecimiento.
- Presiones sociales. Ciertamente, en entornos donde el éxito y la validación están ligados a logros constantes, es fácil interiorizar la idea de que solo eres genial en la medida en que tienes éxito. Este tipo de dinámicas pueden llevar a una constante necesidad de demostrar capacidad y, contradictoriamente, alimentar el miedo a ser descubierto como un fraude.
- Sentido de pertenencia. Igualmente, las personas que experimentaron exclusión en algún momento de su vida pueden desarrollar un temor persistente a ser rechazadas. Este miedo puede traducirse en la creencia de que no son lo suficientemente buenas para estar en ciertos círculos o desempeñar ciertos roles.
- Ciertos rasgos de personalidad. Quienes tienen tendencia al perfeccionismo, la ansiedad o la autoexigencia extrema suelen internalizar con más facilidad la presión, la duda y el miedo al fracaso. Más aún, en momentos de transición o alta exigencia, como un ascenso en el trabajo o un cambio de carrera, estos sentimientos pueden intensificarse.
¿Cómo enfrentar el síndrome del impostor?
Desde luego, superar el síndrome del impostor requiere un trabajo consciente y constante. Uno de los primeros pasos es identificar cómo se manifiesta el autosabotaje. Herramientas como las evaluaciones de inteligencia emocional pueden ayudar a detectar los pensamientos que alimentan la inseguridad y la duda.
Otro ejercicio útil es evaluar las pruebas de tus habilidades. En efecto, hacer una lista en la que contrastes los pensamientos negativos con evidencias concretas de competencia puede ayudar a desmentir creencias irracionales. Reflexiona sobre tus logros y reconócelos como el resultado del esfuerzo y la capacidad propia. Esto es clave para reducir la sensación de fraude. ¡Joder, no todo puede ser malo!
Por otro lado, en lugar de enfocarte únicamente en alcanzar ciertos hitos externos de éxito, es recomendable poner el foco en los valores personales. Pregúntate qué es realmente importante y alínea tus acciones con esos principios. De esta manera, experimentarás una sensación de satisfacción y propósito más allá del reconocimiento externo.
Adoptar una mentalidad de crecimiento es fundamental. Dicho de otro modo, en lugar de ver los errores o las carencias como una prueba de incapacidad, es más beneficioso considerarlos oportunidades de aprendizaje. ¡No nacemos aprendidos! El desarrollo personal y profesional es un proceso continuo, y nadie tiene todas las respuestas desde el inicio.
Por otra parte, las espirales de pensamiento negativo pueden intensificar el síndrome del impostor. Para contrarrestarlas, es útil hablar con alguien de confianza o escribir los miedos relacionados con la sensación de fraude. A menudo, verbalizar o plasmar los temores en papel ayuda a darles una perspectiva más racional y menos abrumadora. ¡Eres lo que piensas! Y, según la ley de la atracción, solo manifestarás lo que piensas con insistencia!
¡He aquí otras estrategias geniales!
Por increíble que parezca, la autocompasión es otra herramienta poderosa. Entender que cometer errores y aprender cosas nuevas es parte de la experiencia humana te permite desarrollar una actitud más amable hacia ti mism@. Las afirmaciones positivas y el reconocimiento del propio progreso te ayudarán a fortalecer la autoestima y la confianza.
Asimismo, es importante mantener el fracaso en perspectiva. En vez de ver el error como un reflejo de la incompetencia, analiza de forma objetiva cuáles fueron los fallos y qué puedes mejorar. Aprender de la experiencia en lugar de dejar que esta defina tu identidad es clave para el crecimiento.
A propósito, llevar un registro de los comentarios positivos que se reciben también puede ser de gran ayuda. Tener un diario en el que recopiles elogios y logros puede servir como un recordatorio tangible de tu propio valor y capacidades. ¿Por qué diablos debe verse esto como algo egocéntrico?
Por supuesto, la práctica de la atención plena puede contribuir a evitar caer en ciclos de autocrítica y dudas. Hacer pausas para reflexionar y centrarse en el presente ayuda a disminuir la ansiedad y a mantener una perspectiva equilibrada. En nuestro programa ¡Haz que suceda! tendrás acceso a meditaciones que te ayudarán a abordar este y otros temas.
Por último, buscar retroalimentación fiable es una estrategia efectiva. Contar con la opinión de personas de confianza permite recibir perspectivas objetivas y equilibradas, además de brindar apoyo para seguir avanzando. La validación externa puede ser útil, siempre y cuando provenga de fuentes genuinas y no sea el único pilar sobre el que se sustente la autoestima.
Impacto del síndrome del impostor en emprendedores de terapias alternativas
Si estás en el proceso de emprender un negocio en el mundo de las terapias alternativas, el síndrome del impostor puede ser especialmente desafiante. Precisamente, la naturaleza holística y personalizada de estas prácticas requiere confianza en las propias habilidades para guiar y apoyar a otros en su bienestar. Dudar de tu competencia puede afectar la calidad de las sesiones y la capacidad para atraer y retener clientes.
Por si fuera poco, este síndrome puede impedir que, como emprendedor, te promociones adecuadamente, limitando tu visibilidad y oportunidades de crecimiento. La autocrítica constante puede llevar al agotamiento, afectando tanto la vida profesional como personal.
Por todo eso, en ¡Haz que suceda! -nuestro programa integral para impulsar el emprendimiento y el desarrollo personal- hacemos especial énfasis en el síndrome del impostor. ¡Te proporcionamos herramientas prácticas y efectivas para erradicar esta conducta y afianzar tu autoconfianza!