El aparente “problema” radica cuando me creo que hay UN camino a la felicidad o a la paz. Si estoy enganchado en un tema, la pareja, el trabajo, el dinero, … normalmente me creo que si “soluciono” ESO se me acabará el problema. ¿Cuantas veces en mi vida he estado enganchado en algo, y al solucionarse, al cabo de poco volvía a estar de nuevo enganchado en algo? Fíjate. El “problema” no es aquello que te hace sufrir, no es aquel ALGO al que estás enganchado. El “problema” es el hecho de estar “enganchado” allí. Y eso lo decides tu. Cualquier circunstancia de la vida, simplemente es una circunstancia.
Si lo miras de lejos verás que otras personas están en la misma circunstancia y no lo viven igual. ¿Cómo es eso posible? Y puedes ver que no tiene sentido.
Si lo miras de muy cerca no podrás encontrar el problema en sí. No existe. Aquello a lo que le tienes tanto miedo o que te hace sufrir tanto, ya te ha pasado antes otras veces… ¡y estás vivo! Cómo es eso posible? Y puedes ver que no tiene sentido.
Solo te agobias cuando lo miras desde ti mismo. Desde tu pensamiento. Desde lo que tu te crees que eres. Desde tu manera de ver el mundo.
¿Y entonces porque mirar desde “mi mismo” produce eso?
Me quedo únicamente con mi punto de vista. Mi opinión. Me creo que esa es la manera de ver y de vivir esa situación y no puedo ver otras. Estando encerrado en esa cárcel de estrechos muros no puedo ni girarme. Si soy una persona exigente, rígida, inflexible y controladora y que todo tiene que ser a mi manera, todo aquello que se salga de esta estructura hará temblar los cimientos de mi ego. Por tanto al ver una persona flexible, que va más a su rollo, me va a producir movimientos internos que precisamente me muestran que soy una persona rígida. Ahí tengo la solución. Pero debo querer primero de todo verla (ver que soy rígido y que no acepto la flexibilidad) y segundo debo querer integrar en mi esa flexibilidad perdida. En el momento en que integramos los dos polos en nosotros mismos, nos liberamos de la esclavitud de uno de ellos.