El sufrimiento es fruto del vacío aparente que genera la desconexión con el estado de unidad. Aquel estado en el que sabes que todo está donde debe estar y todo es como tiene que ser, que eres un ser completo tal como eres, pleno y en paz. Cuando perdemos este estado se genera un impulso de búsqueda de algo que nos parece que nos acerca a ese estado perdido. Ese impulso, ese deseo nos mueve hasta conseguir lo deseado. Pero obviamente la consecución de lo logrado no nos llena de verdad, y surge el rechazo de lo logrado para poder desear de nuevo y poder volver a sentir ese instante de falsa plenitud en la consecución del deseo. Cuando mi pareja o mi trabajo o el gadget de turno tapan ese vacío que siento, cuando siento: “¡Oh qué bien!” en abrazo del otro, o en la cuenta bancaria rebosante, o al tener la nueva tablet en mis manos, estoy creyéndome falsamente que aquello que siento es plenitud. Pero la desconexión real con la plenitud sigue ahí, así que vuelvo a iniciar el proceso con otra cosa, puesto que el vacío aparente sigue ahí, y me digo inconscientemente: esta vez si que esto llenara mi alma… Pero sucede de nuevo. Deseamos el cariño de una pareja locamente (para tapar el aparente vacío) y cuando estamos en la relación la rechazamos igual de locamente. ¿Para qué? Para poder volver a buscarla, para volver a tener la opción de desear y obtener falsamente ese minuto de “plenitud”. Es un juego loco. Un juego de insatisfacción constante y huida del presente. En realidad la Plenitud está siempre aquí, en cualquier situación, con cualquier persona, en cualquier sitio. La Plenitud está aquí y ahora. La Plenitud real está justo en el mecanismo opuesto al que hacemos. Nos invito a abrazar desde el corazón todo aquello que rechazamos y que nos impulsa a seguir buscando el mundo ideal. ¡A por ello! :-***