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Aprender de los errores, tanto en nuestra vida personal como profesional

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Aprender de los errores, tanto en nuestra vida personal como profesional

Hubo un tiempo en que cada error me parecía un fracaso definitivo. Como si una decisión mal tomada o un proyecto que no funcionaba significara que yo no era lo suficientemente capaz. Con los años, y con muchos tropiezos a cuestas, entendí algo que cambió mi forma de ver el camino: aprender de los errores no es un obstáculo, es parte esencial del proceso. No importa si estás dando tus primeros pasos como emprendedor o si llevas años en este juego: equivocarte no te invalida, te entrena.

Al día de hoy, te hablo desde esa experiencia, pero también desde lo que veo constantemente en Escuela de emprendedores: personas brillantes que se paralizan ante un fallo, que cargan con la culpa como si fuera un lastre y que se desconectan de su proyecto porque “algo salió mal”. A esas personas (y quizás tú seas una de ellas), quiero decirles algo muy claro: fallar no es el problema, el problema es no permitirte aprender del error.

Aprender de los errores es crecer de verdad

Ciertamente, si algo he comprobado en carne propia es que aprender de los errores te acerca a la claridad, al dominio y, sobre todo, a la madurez. Nadie crece realmente en la zona de confort. No es posible desarrollar resiliencia cuando todo sale según el plan. Es cuando algo se tuerce, cuando duele un poco (o mucho), que tu mente se despierta y empieza a preguntarse: “¿Qué pasó? ¿Qué puedo hacer distinto? ¿Cómo vuelvo a intentarlo?”

Y ahí ocurre algo fascinante: tu cerebro entra en modo aprendizaje profundo. ¡Literalmente! De hecho, hay estudios que muestran cómo ciertas áreas del cerebro se activan con más intensidad cuando cometemos un error, como si ese instante incómodo fuera una señal de alerta que nos invita a prestar atención. En lugar de ignorarlo o castigarte, puedes aprovechar ese momento para afinar tu estrategia, reajustar tu rumbo y avanzar con más inteligencia.

Eso sí: aprender de los errores no es un proceso automático. Es una decisión. Una práctica. ¡Y requiere actitud!

El error como brújula, no como castigo

Precisamente, una de las cosas más potentes que puedes hacer como emprendedor es cambiar tu relación con el error. En vez de verlo como un juicio o una condena, míralo como una brújula. Un indicador que te dice: “por aquí no es, pero estás cerca”. Muchas veces, detrás de un intento fallido se esconde información valiosa: sobre el mercado, sobre tu cliente ideal, sobre tu enfoque, o incluso sobre ti mismo.

Sin embargo, para poder escuchar lo que el error quiere decirte, necesitas salir del ruido mental. ¿Sabes cuál? Ese que dice “no sirvo para esto”, “me equivoqué, mejor lo dejo”, “los demás lo hacen mejor que yo”. En ¡Haz que suceda! lo veo a diario: cuando un emprendedor logra hacer silencio interior y se detiene a observar el aprendizaje oculto en su equivocación, algo cambia. De repente, el fracaso ya no paraliza. Ahora, impulsa.

Prueba, error… aprendizaje: el ciclo natural del progreso

A decir verdad, nadie escala una montaña sin resbalar varias veces. Nadie lanza un producto sin tener que hacer ajustes. La prueba y error no es una señal de que lo estás haciendo mal; es una prueba de que lo estás intentando. Y eso, créeme, ya te pone por delante de quienes siguen esperando “el momento perfecto” para actuar.

Ahora bien, si estás en un momento en el que algo no salió como esperabas, pregúntate con honestidad: ¿qué estaba intentando lograr? ¿Qué parte funcionó y cuál no? ¿Qué aprendí sobre mí en este proceso? A veces, el mayor aprendizaje no está en el negocio, sino en tu forma de pensar, de gestionar la frustración, de reinventarte.

Claves para aprender de los errores y seguir creando sin remordimientos

¡Emprender un negocio es lanzarte sin garantías! Es tomar decisiones con información incompleta, con intuición, con entusiasmo… y sí, con miedo también. Por eso, aprender de los errores no es una opción extra en este camino, es parte de la fórmula. Porque si vas a asumir riesgos -y créeme, los vas a asumir- también vas a cometer errores. Algunos serán pequeños, otros dolerán. Pero lo importante no es evitarlos a toda costa. Lo esencial es no dejar que te detengan.

En los últimos años, he visto demasiados emprendedores con proyectos prometedores que se quedaron en pausa. No porque no tuvieran talento, sino porque no supieron qué hacer con sus errores. Quedaron paralizados. Se llenaron de dudas. Empezaron a procrastinar. ¡Y dejaron de avanzar! Ese es el verdadero peligro: cuando el miedo al error se convierte en una excusa para dejar de crear.

Ahora, quiero compartirte algunas claves que me han ayudado -y que comparto también con quienes participan en ¡Haz que suceda!– para que puedas transformar esos errores en combustible, no en cadenas.

Eres humano, no necesitas ser perfecto para avanzar

Sé que te encantaría tenerlo todo bajo control, acertar siempre a la primera y no equivocarte jamás. Pero esa expectativa no solo es irreal: es agotadora. En realidad, ser perfeccionista es una forma encubierta de miedo. Un intento de evitar el juicio, el fracaso o el dolor.

Déjame decirte algo con claridad: no necesitas ser perfecto para tener éxito. Necesitas ser constante, flexible y honesto contigo mismo. Cuando asumes tu humanidad -con tus aciertos y tus errores- algo en tu interior se relaja. Y desde ahí, la creatividad fluye con más libertad.

Escribir: una excelente forma de aprender de los errores

Hay algo poderoso en el acto de escribir. De allí, que esta sea una de las mejores estrategias para aprender de los errores. Cuando pones un error sobre el papel, lo sacas de tu cabeza y le quitas peso. Pero, más importante aún, puedes mirarlo con perspectiva y descubrir la lección que trae consigo.

Yo tengo un cuaderno donde registro mis “errores útiles”. No lo hago con culpa ni con vergüenza. Lo hago para aprender. En muchas ocasiones, esas notas se convierten en recursos para otros. Compartir tus aprendizajes puede evitar que alguien más repita ese mismo error. Tal vez incluso tú mismo, en un futuro.

Evalúa con justicia, no con juicio

Por otro lado, una de las trampas más comunes es mirar el pasado con los ojos del presente. Juzgar aquella decisión con la información y la madurez que tienes hoy. Y claro, así cualquiera ve errores. En estas circunstancias, lo justo es preguntarte: “¿Tomé la mejor decisión posible con lo que sabía y tenía en ese momento?”

Desde luego, no se trata de justificar lo que salió mal. Se trata de analizar con objetividad. Si no lo haces así, solo acumularás arrepentimientos inútiles. Y te lo digo por experiencia: la culpa no construye, solo desgasta.

¡Perdónate! ¡Sí, también eso se aprende!

El perdón no es solo para quienes nos han fallado. También necesitamos aprender a perdonarnos a nosotros mismos. Por no haber actuado antes. O por haber confiado en quien no debíamos. Incluso, por habernos quedado en silencio cuando debimos hablar.

Si aprender de los errores aclara tu perspectiva, perdonarte es liberar la carga que llevas por dentro por tus desaciertos. Es soltar esa voz que te repite lo que deberías haber hecho. Y para eso, a veces necesitas mirar tus errores con compasión. ¡Con amor! No desde el ego, sino desde la comprensión profunda de que lo hiciste lo mejor que pudiste en ese momento.

A propósito, si crees en algo más grande -Dios, el universo, la vida- recuerda que siempre puedes entregar ahí también tus errores, con humildad. Nadie avanza con el alma llena de reproches.

Cree con firmeza en que lo mejor está por venir

Cuando uno empieza a pensar que ya pasó lo mejor, los errores pesan más. Se hacen eternos. Por el contrario, cuando crees, de verdad, que aún queda mucho por crear, por disfrutar, por construir, entonces los errores se vuelven parte del camino… no su final.

Yo me aferro a esa idea cada vez que algo no sale como esperaba. En este sentido, me repito: “Esto también me está enseñando. Esto también me está preparando.” Porque si algo tengo claro es que los errores del pasado no definen tu futuro. Lo definen tus decisiones de hoy.

Y si estás leyendo esto, tal vez hoy sea el día en que decides dejar de mirar atrás con culpa y empiezas a mirar adelante con esperanza.

Aprender de los errores: una habilidad que también se entrena

Si hay algo que me gusta repetir en cada edición de ¡Haz que suceda! es esto: aprender de los errores no es un talento con el que se nace, es una habilidad que puedes desarrollar. Y no solo puedes… necesitas desarrollarla si quieres construir algo con propósito, con impacto y con estabilidad.

A lo largo del programa, trabajamos no solo en el hacer -acciones, estructura, estrategia- sino también en el desde dónde haces. Porque de nada sirve planificar si en cuanto algo falla, te vienes abajo. De nada sirve tener ideas brillantes si no sabes qué hacer cuando las cosas no salen como esperabas.

A los efectos, uno de los propósitos fundamentales de ¡Haz que suceda! es ayudarte a redefinir tu relación con el error. Aprender a mirarlo sin miedo, sin culpa, sin vergüenza. Ser capaz de convertir cada tropiezo en una señal, en una guía, en una semilla para crecer con más claridad.

Aquí no se trata de fingir que todo va bien. Parte de nuestro propósito es sostenerte incluso cuando no todo va bien. De usar tus errores como puntos de apoyo y no como excusas para rendirte.

Si algo de lo que has leído hoy resonó contigo -si te viste en esas pausas que duelen, en esos arrepentimientos que pesan, en esas ganas de avanzar pero sin saber cómo- quiero invitarte a que formes parte de esta experiencia.

En ¡Haz que suceda! te acompañamos personalmente en ese camino de transformación. Con herramientas reales, espacios seguros, comunidad que suma y estrategias pensadas para ayudarte a avanzar con foco, con estructura… y con compasión. Porque cuando aprendes a aprender de los errores, todo cambia. Te cambia la energía, la dirección, la confianza. Y desde ahí, desde esa raíz bien plantada, lo que sueñas empieza a tomar forma.

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